El éxito en la empresa pasa no solo por pensar y definir una estrategia, sino en ser capaz de llevarla a cabo y alcanzar los resultados planeados.
Frecuentemente aparecen en el panorama de la gestión empresarial nuevos puntos de vista y herramientas que ayudan en la importante tarea de diseñar las estrategias de la empresa, interpretar el juego competitivo en el mercado o mejorar la organización. Desde mediados del siglo pasado hasta nuestros días se ha enriquecido la gestión empresarial con metodologías imprescindibles para convertir el negocio en éxito.
Pero ¡cuidado! no hay que centrarse solo en cómo hacer las cosas y, por el camino, olvidarnos de actuar.
Tan importante como innovar, decidir una estrategia adecuada y planificar, es ser capaz de llevar esa estrategia a cabo y alcanzar los resultados planeados.
Pero ¿por qué es tan difícil para una empresa alcanzar los resultados deseados?
Responder a esta cuestión merece considerar muchos factores que repercuten en este empeño, entre ellos:
Incluso cuando sí se tiene clara la estrategia correcta y un plan para el despliegue de iniciativas en cada objetivo, solo un 20% de las empresas y organizaciones son capaces de ejecutar sus estrategias.
¿Dónde radica la dificultad? ¿por qué el 80% de los planes estratégicos que se elaboran se quedan únicamente en el papel y no llegan a ponerse en marcha las iniciativas que proponen?
La razón es que la ejecución y la medición de la estrategia es mucho más compleja para una empresa que la propia definición de la misma y la elaboración de un plan. Y ello porque en la planificación se comprometen ideas y propuestas, pero en la ejecución se han de implicar personas.
Precisamente por esto, porque hacer es más complejo que proponer, para el despliegue de un plan estratégico, hace falta un modelo adecuado que facilite el tránsito desde la definición de la estrategia a la correcta ejecución de las actividades e iniciativas para su consecución. Un modelo que sirva para el correcto seguimiento de esas actuaciones y para alinear al equipo con los objetivos.
Un sistema de trabajo que haga que “todos remen en la misma dirección”.
Para ello existen metodologías que son una guía práctica para hacer “ejecutable” la estrategia y controlar que los objetivos y resultados perseguidos se alcancen. Las más reconocidas y, según mi experiencia, las más fáciles de utilizar y que mejores resultados proporcionan son el Cuadro de mando Integral (CMI), conocido en inglés por su acrónimo BSC (Balance Scorecard) y el Hoshin Kanri, similar al anterior, pero en versión japonesa.
Ambas aportan a la empresa una hoja de ruta o guía práctica que les acerca al éxito.
Son modelos de trabajo similares, pero presentan variedad de matices.
Los dos son herramientas muy útiles para el despliegue y ejecución de la estrategia. Ambos se centran en unos pocos objetivos, los más relevantes de la empresa, buscan un objetivo común de la organización que se desglosa en diversos objetivos e iniciativas y los dos se basan en el ciclo PHVA de mejora continua.
Entre los expertos hay diversidad de opiniones en cuanto a sus diferencias.
Lo cierto es que sea por sus similitudes o, precisamente, por sus diferencias, pueden ser complementarios. No es necesario elegir uno u otro, sino que es fácil hacerlos convivir a la hora del despliegue del plan.
Lo importante es que las empresas sean conscientes de que no basta con pensar y diseñar acertadas estrategias y elaborar detallados planes estratégicos que, frecuentemente, se quedan en el archivo. Lo que realmente ayuda a gestionar hacia el éxito es desplegar herramientas de seguimiento y control de los resultados.
¿Para qué sirve diseñar un plan genial si no sabemos si se está aplicando? ¿en qué se beneficia mi negocio si hasta final de año no sé si he alcanzado los volúmenes de venta o de rentabilidad esperada? ¿cómo puedo pretender que el equipo trabaje cohesionado y alineado si no sabe lo que la empresa espera alcanzar con la tarea que se le ha asignado? ¿cómo puedo saber que cada componente del equipo es consciente de que lo que está haciendo acerca a la organización hacia los objetivos? ¿cómo pretender que esté comprometido y se aplique en su esfuerzo si no sabe hacia dónde va?
En resumen, tan importante como pensar y planificar estratégicamente es la tarea de gestionar las actuaciones del equipo y supervisar cómo se van alcanzando los objetivos que acercan a la empresa a alcanzar el resultado que se desea.
Planificar estratégicamente sin un adecuado sistema de ayuda y control de ejecución no sirve para nada. Más bien, lo contrario, desmotiva y “desinfla” al equipo, es la causa de que los resultados no se consigan y disminuye la competitividad de la empresa.
No dejes que esto ocurra en tu empresa. Aprovecha estas herramientas para que la estrategia sí se cumpla y los resultados llegarán.